¿A dónde quieres ir?
- Sebastian Sanchez
- 15 sept 2015
- 3 Min. de lectura

Imagínate que eres el conductor de un autobús con muchos pasajeros.
Los pasajeros son pensamientos, sentimientos, recuerdos y todas esas cosas que uno tiene en la vida.
Tu autobús tiene una única puerta de entrada, y sólo de entrada.
Algunos de los pasajeros son ruidosos, maleducados, desagradables e incluso de apariencia peligrosa.
Mientras conduces, algunos pasajeros comienzan a criticarte, a amenazarte diciendo lo que tienes que hacer, adónde tienes que ir, «ahora gira a la derecha», «ahora ve más rápido», etc. Incluso te insultan y desaniman, eres un mal conductor, un fracasado, nadie te quiere...
Te sientes muy mal y haces casi todo lo que te piden para que se callen, para que se vayan al fondo del autobús durante un rato y te dejen conducir tranquilo.
Pero algunos días te cansas de sus amenazas y quieres echarlos del autobús; sin embargo, no puedes y discutes y te enfrentas con ellos.
Sin darte cuenta, la primera cosa que has hecho es parar, has dejado de conducir y ahora no estás yendo a ninguna parte. Y además los pasajeros son muy fuertes, resisten y tú no puedes bajarlos. Así que, resignado, vuelves a tu asiento y conduces por donde ellos mandan para aplacarlos.
De esta forma, para que no te molesten y no sentirte mal, empiezas a hacer todo lo que te dicen y a dirigir el autobús por donde te dicen para no tener que discutir con ellos ni verlos. Haces lo que te ordenan y cada vez lo haces antes, pensando en sacarlos de tu vida.
Muy pronto, casi sin darte cuenta, ellos ni siquiera tendrán que decirte «gira a la izquierda» o «párate aquí, inútil», sino que girarás a la izquierda o pararás para evitar que te amenacen o se te echen encima. Para evitar oírlos, estás haciendo lo que te mandan sin que te lo hayan mandado.
Así, sin tardar mucho, empezarás a justificar tus decisiones de modo que casi creerás que ellos ya no están en el autobús y convencido de que estás llevando el vehículo por la única dirección posible.
El poder de estos pasajeros se basa en amenazas del tipo «si no haces lo que te decimos, apareceremos y haremos que nos mires, y te sentirás mal». Pero eso es todo lo que pueden hacer. Es verdad que cuando aparecen estos pasajeros, pensamientos y emociones negativas te hacen sentir mal, tal vez generando ansiedad, creando confusión y dudas sobre el camino a seguir...
Aunque son inofensivos, parece que pueden hacer mucho daño y por eso aceptas el trato y haces lo que te dicen, para que te dejen tranquilo y se vayan al fondo del autobús donde no puedas verlos ni oírlos.
¡Intentando mantener el control de los pasajeros, en realidad has perdido la dirección del autobús! Pero ellos no giran el volante, ni manejan el acelerador o el freno, ni deciden dónde parar.
El conductor eres tú.
Nuestras dudas y «errores» del pasado nunca van a dejar de estar ahí, nunca van a apearse de nuestra vida.
Si dejamos de conducir por lo que sentimos, las emociones negativas habrán tomado el control. La ansiedad y los no- tengo- ganas pueden ser excusas que utilizas para no mejorar y afrontar tu vida; o simplemente puedes considerarlos pasajeros desagradables que inevitablemente debes acarrear en tu autobús pero que no deciden ni condicionan tu ruta.
Tú no eres tus pasajeros, tú eres el conductor. Que no decidan tus pasajeros por ti.
¿Adónde quieres ir?
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