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El árbol de los problemas

  • Foto del escritor: Sebastian Sanchez
    Sebastian Sanchez
  • 3 ago 2015
  • 1 Min. de lectura

Un hombre contrató a un carpintero para que le ayudase a hacer reparaciones en su vieja granja.

El primer día de trabajo presentó muchos inconvenientes: su cortadora eléctrica se estropeó, lo cual le hizo perder una hora de trabajo; además su camión, ya un poco viejo, se negaba a arrancar. Ante este percance, el hombre que lo había contratado decidió llevarle a su casa.

Casi no habló nada durante el recorrido, pero, al llegar a su casa, le invitó a conocer a su familia.

Mientras se dirigían a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando la punta de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió una puerta, ocurrió sorprendentemente una transformación.

Su cara bronceada estaba llena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.

Posteriormente, acompañó hasta el coche a su empleador.

Éste, antes de despedirse, preguntó al carpintero acerca de lo que le había visto hacer en el árbol un rato antes.

--Oh, ése es mi árbol de los problemas --contestó--. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa ni a mis hijos. Así que, simplemente, los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, por la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es --concluyó sonriente-- que, cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

 
 
 

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