Si no aceptas un insulto, no pueden insultarte
- Sebastian Sanchez
- 6 jul 2015
- 4 Min. de lectura

En una ocasión, Gautama Buda estaba caminado por un sendero que bordeaba un pueblo. En este pueblo había brahmines, eruditos, pundits; todos estaba absolutamente en contra de Buda. Las personas instruidas siempre están en contra de los sabios porque ponen en entredicho todo su esfuerzo. Se reunieron alrededor de Gautama Buda y empezaron a insultarlo: "Estás corrompiendo la mente de la gente, estás corrompiendo a la juventud, estás minando la moral de la gente". Siempre las mismas acusaciones...
Las personas instruidas nunca han tenido conocimientos suficientes para encontrar nuevas acusaciones, siempre usan las mismas..., contra Sócrates, contra Baal Shem, y contra cualquiera que pueda amenazar sus conocimientos. Porque poseen algo muy valioso y vivo, y comparados con ellos, los eruditos son insignificantes. Esto hace daño al ego de los eruditos.
Buda se quedó en silencio, escuchando atentamente, como si estuviesen diciendo algo muy importante. Estaba insultándolo de todas las formas posibles. Estaban comportándose mal y maltratando a un pobre inocente que no les había hecho nada. Hasta los seguidores de Buda empezaron a perder la paciencia, pero delante de él no podían hacer nada; en caso contrario habrían puesto las cosas en su sitio.
Eran guerreros, porque Buda provenía de una casta guerrera: era el hijo de un rey y muchos de sus seguidores procedían de la misma raza, los kshatriyas.
Un solo discípulo de Gautama Buda podría haber acabado con todos esos brahmines que gritaban, insultaban y usaban un lenguaje procaz contra Gautama Buda.
Después de escucharlos un rato, Gautama Buda dijo:
-- Tengo una pregunta que haceros. Pero antes de hacerla, quiero pediros disculpas... porque hoy no puedo dedicaros más tiempo. Tengo que llegar al siguiente pueblo; deben de estar esperándome. Si tenéis algo más que decir o algo más que transmitirme, lo tendré en cuenta para mi regreso, volveré por este mismo camino y os mantendré informados para que estéis preparados. Luego podré quedarme todo el tiempo que queráis.
Se oyó la voz de un hombre entre la multitud:
-- Es curioso, no te hemos transmitido ningún mensaje, simplemente estamos insultándote..., pero no parece afectarte.
Gautama Buda sonrió y dijo:
--Habéis llegado demasiado tarde para que pueda afectarme; si hubieseis llegado hace diez años, a estas alturas estaríais todos muertos. Pero ahora es demasiado tarde, a mí ya no me importa, y eso es lo que os quería decir.
En el pueblo anterior la gente me ha recibido con pasteles y flores. Pero les he dicho: "Ya hemos comido, porque nuestras normas solo nos permiten comer una vez al día y no podemos guardar comida. Lo sentimos, y os estamos enormemente agradecidos, os damos las gracias; esto demuestra vuestro amor y bondad, pero lo sentimos, tendréis que llevaros todos los pasteles y las flores". Quiero preguntaros -dijo a la multitud-, ¿qué deberían haber hecho con sus dádivas?
-- ¿Esa es la gran pregunta? -dijo un hombre-. Deberían haberlos distribuido entre la gente del pueblo que habría disfrutado comiéndoselas.
--Tienes razón -dijo Buda-. Y ahora, ¿qué haréis vosotros? Habéis traído todo un elenco de palabras malsonantes. Yo no las voy a aceptar y, si no lo hago, no podéis dármelas. Tendréis que volver a llevároslas; tendréis que hacer con vuestras palabras lo mismo que hicieron en el otro pueblo con los dulces, llevaros todos los regalos que me habéis traído. No aceptamos regalos, tendréis que llevároslos. ¿Y qué haréis con ellos?
Se miraron unos a otros y Buda dijo:
--Haced sencillamente los mismo: repartidlos entre vosotros y disfrutad.
La sabiduría siempre actúa de una forma nueva.
Buda se volvió a sus discipulos y les dijo:
-- Recordad, si no aceptáis un insulto, no pueden insultaros. Solo pueden insultarte si tú lo aceptas, solo pueden humillarte si lo aceptas. Si no lo haces, la persona tendrá queu retirarlo porque no puede dártelo. Pero no me preocupa la gente, me preocupáis vosotros, porque aunque estáis sentados a mi lado en silencio, puedo percibir la rabia.
Soy capaz de perdonar a esa gente porque aunque son cultos, son ignorantes. Pero a vosotros no puedo perdonaros porque sois meditadores, y se supone que un meditador debería dominar la rabia. Sea cual sea la situación, debéis permanecer centrados y en vuestro silencio, irradiando vuestra meditación. Aprovechad cada ocasión para irradiar vuestra fragancia.
Habéis fallado y se había presentado una magnífica ocasión. Deberíais estarles agradecidos por haber provocado una situación tan propicia. Os han dado una oportunidad de poner a prueba vuestra meditación, vuestra sabiduría. Sin embargo, habéis empezado a irritaros y a enfadaros. Yo mismo he podido sentir vuestras vibraciones, aunque estuvieseis reprimiéndolas. Siempre he notado las vibraciones sutiles -vuestra paz, vuestro silencio, vuestro amor, vuestra gratitud- y he visto cómo transformaban el entorno. He sentido que esa firmeza desaparecía sustituida por la irritación, y esta no demuestra una sabiduría profunda.
Recordad que la próxima vez, si nos invitan y volvemos al mismo pueblo, tendremos una nueva oportunidad. La próxima vez no dejéis que nada interfiera en vuestra sabiduría. La cultura no tiene profundidad, puede alterarse muy fácilmente.
Fuente: OSHO - ANTES DEL AMANECER, UN NUEVO DÍA TE ESTÁ ESPERANDO
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